jueves, 19 de mayo de 2011

¿VALE TODO EN POLÍTICA?

En los últimos tiempos estamos viviendo una serie de acontecimientos, a nivel político, que nos vienen a querer decir que en política todo está permitido. Y no es así; o mejor dicho, no debe creerse que eso sea así.

Aquí, y lo vivimos a diario a todos los niveles, se ha implantado aquello tan manido de, “y tu más”, lo que arrastra a la mayoría de los ciudadanos a pensar que “todos los políticos son iguales”. Y tampoco es así, o no debiera pensarse que eso sea así.

Que hay una parte pequeña de políticos, a todos los niveles y de todos los partidos, que actúan de forma tan poco edificante, es indudable y ahí está; pero querer meter en el mismo saco a todos los que nos dedicamos, ya sea en exclusividad o parcialmente, a la política, es un ejercicio de desconocimiento profundo de la realidad o, en el peor de los casos, de un interés malintencionado y sectario.

Hay políticos, a todos los niveles y de todos los partidos, que el ejercicio de su cargo les engrandece y les enorgullece, que están ahí por auténtica vocación y para trabajar por el interés colectivo de la ciudadanía, que la mayor parte de su tiempo la dedican a estudiar fórmulas para mejorar a su pueblo, que todas las horas son pocas para pensar como sacar adelante los problemas de la mejor manera posible, que escuchan al pueblo y actúan en consecuencia, y, lo que es más importante en los políticos, que tienen muy presente que están puestos por el pueblo para trabajar por él y no para que el pueblo les adore y para vivir a costa de él.

Por tanto, no todos los políticos somos iguales. Que hay personas que se enrolan en la política con el único fin de proyectarse personalmente, ¡seguro! Que hay personas que su meta en la política es únicamente sacar adelante sus intereses, ¡seguro! Que hay personas que utilizan la política para figurar y mangonear, ¡seguro! Qué hay personas que utilizan artimañas ilegítimas para engordar sus cuentas a costa de la administración, ¡seguro! Y, ¿Quiere esto decir que porque haya gente sin escrúpulos que tras su máscara esconde las intenciones más indignas, todos somos iguales? ¡¡No, rotundamente no!!

Dentro de la clase política de este nuestro país, por fortuna, la mayoría de los políticos somos gente honrada que trabaja por sus ideales y por el bien de la mayoría, y lo que se debe hacer con esos personajillos que hacen un uso abusivo de sus cargos y que solo sirven para desprestigiar a los demás es apartarlos de la política y para ello hay tres vías: la primera es su propio partido, que cuando hay hechos consumados y contrastados tiene la obligación moral de expulsarlos sin esperar a que la justicia (lenta como el caballo del malo) lo haga; la segunda, es que esa lentitud de la justicia (cuando esta tenga tiempo) caiga con todo su peso sobre el sinvergüenza de turno; y la tercera es la que, por suerte (y por desgracia) más se utiliza contra esta gente, y es que el pueblo los ponga en su sitio cuando llega la hora de decidir el voto.

En nuestra democracia no pueden caber, ni siquiera, esas personas que, incluso valiéndose de la legalidad y sin pisar los terrenos de lo delictivo, se pasean por la política en plan figurita, sin trabajar lo más mínimo y aprovechándose de la paciencia de la gente. Y si no aceptamos en nuestra democracia a estos “inocentes” ciudadanos que su único delito es ser figurones y vagos, ¿Cómo vamos a permitir que nos representen políticos corruptos que echándoles un rostro hecho de granito quieran permanecer en la política como sea y a costa de lo que sea?

¡¡Fuera, fuera y fuera!! Fuera estos personajillos carotas que están dotados de esas “cualidades” tan poco edificantes para los demás. Pero, ojo: fuera no solo del cargo obtenido a través de un rostro impenetrable y valiéndose de la buena fe de la gente, sino fuera de la política.

Este tipo de gente, mientras más lejos….., mejor para todos.